Para cada etapa, inspirada en la imagen del árbol de vida, el itinerario sugiere experiencias significativas que responden a interrogantes y propuestas evangélicas.
Este proceso de maduración progresiva abarca toda la vida, es camino que exige una respuesta personal y favorece el encuentro y comunión de aquellas que hemos sido invitadas a vivir esta gracia: el seguimiento de Cristo en la Anunciata.
La formación tiene por fin capacitarnos para que, libre y generosamente, vivamos la consagración y, renovándonos constantemente en el espíritu, crezcamos en la unión y configuración con Cristo. Esta consagración ha de traducirse en don de caridad para con Dios y el prójimo, al servicio de la Iglesia, en el apostolado de la Congregación.
La formación tiene como fuente primera y fundamental el Evangelio y estará enraizada en el Misterio de la Iglesia. El espíritu dominicano y el del Padre Coll, que deben impregnar toda la formación, nos darán un matiz peculiar en el pueblo de Dios.
En todo el proceso formativo debemos prestar especial atención a María en el Misterio de la Anunciación, a fin de que Ella, modelo perfecto de discípulo de Cristo, lo sea particularmente de la dominica de la Anunciata.